domingo, 4 de mayo de 2014

LOS SUCESOS DE ORFILA


Los sucesos de Orfila (I)

Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
3 de Mayo del 2014 18:42:17 CDT

El lunes 15 de septiembre de 1947 la residencia del comandante Antonio
Morín Dopico, cesado ya en sus funciones de jefe de la Policía de
Marianao, fue asaltada por fuerzas a las órdenes del comandante Mario
Salabarría. La agresión, repelida por los sitiados, se prolongó
durante casi tres horas, y para detenerla se impuso la intervención de
tropas del Ejército, que acudieron al lugar con 20 tanques y camiones
blindados. Una verdadera batalla campal en la que, entre otros,
resultaron muertos, después de haberse rendido, y ya fuera de la casa,
el comandante Emilio Tro y la señora Aurora Soler de Morín, en estado
de gestación. <<Siempre creí que la expresión "cortina de fuego" no era
más que una frase literaria; ahora sé que es una terrible realidad>>,
declaró a la prensa un testigo presencial del suceso.

La justicia tarda, pero llega
Como otros tantos, Tro y Salabarría emergieron a la luz pública
después del ascenso al poder, en 1944, de Ramón Grau San Martín,
cuando muchos luchadores antimachadistas pasaron factura al
Autenticismo en demanda de compensaciones o le reclamaron el
cumplimiento de los postulados políticos por los que lidiaron. Pronto
se multiplicaron los llamados <<grupos de acción>>, que dirimían sus
diferencias a tiro limpio y barrían a sus adversarios. Los políticos
animaron esos grupos, los armaron y, al mismo tiempo, estimularon sus
rivalidades. Tro --jefe de la Unión Insurreccional Revolucionaria
(UIR)-- se mostró contrario al grupo de Orlando León Lemus (el
Colorado) y no acató la autoridad de Salabarría. Las diferencias se
agudizaron cuando el Presidente lo nombró director de la Academia de
la Policía Nacional y Tro insistió en instalar su despacho en el mismo
edificio donde Salabarría, jefe del Servicio de Investigaciones e
Informaciones Extraordinarias, tenía sus oficinas. El nombre de Tro se
vinculaba al atentado de la calzada de Ayestarán, el 26 de mayo de
1947, del que el Colorado salió milagrosamente ileso.
Asegura Raúl Aguiar en su libro El bonchismo y el gangsterismo en Cuba
que Emilio Tro Rivero provenía del trotskismo; había pertenecido en
1933 a la fracción trotskista del Sindicato de Comercio. Fue preso,
acusado de <<reunión ilícita>>, y dos años más tarde, por su
participación en la huelga de marzo, los tribunales lo condenaban a 90
días de cárcel por <<asociación ilícita>> y a otros nueve meses de
encierro por el delito de sabotaje. Ya en libertad, entró en contacto
con Joven Cuba, la organización fundada por Antonio Guiteras, y se
relacionó con el Viejo García (José María García), que durante décadas
mantuvo escondidos los restos del mártir del Morrillo y de su
compañero, el venezolano Carlos Aponte. Desmembrada Joven Cuba, milita
en Alianza Nacional Revolucionaria hasta que Pedro Fajardo Boheras
(Manzanillo) lo lleva a Acción Revolucionaria Guiteras, junto con
Arcadio Méndez y Jesús González Cartas (el Extraño), grupo que se
destaca en su enfrentamiento al régimen batistiano, y en el que
militarán el Colorado y Rogelio Hernández Vega (Cucú) hasta su
expulsión por separarse de la disciplina y la línea de conducta de
dicha organización.
La muerte de Manzanillo, asesinado a mansalva prácticamente en la
puerta de su casa, en Libertad y Poey, en La Víbora, el 31 de
diciembre de 1941, por un grupo policial al mando de Mariano Faget,
obliga a Tro a salir de Cuba. Ya para entonces, se dice, había tomado
parte en el atentado a Orestes Ferrara. Marcha a Estados Unidos, se
alista en el Ejército norteamericano y, como parte de esa fuerza,
desembarca el Día D, en Normandía, y, una vez finalizada la guerra,
permanece cuatro meses en Japón como parte de las tropas ocupantes. Es
licenciado con honores.
A su regreso, junto con Armando Correa y Jesús Diéguez, funda la Unión
Insurreccional Revolucionaria (UIR), que propugna la disposición de
los grupos revolucionarios a la lucha y proclama la incapacidad del
capitalismo para satisfacer las necesidades de la mayoría. Tiene la
nueva organización un lema: <<La justicia tarda, pero llega>>. Su
fundador está convencido de que <<la justicia que sancionan los códigos
y las leyes, establecida en su aplicación caprichosa>> es una <<justicia
esperada inútilmente por el pueblo y que no llega a las cabezas
indignas de los funcionarios que roban, matan y torturan tratando de
ahogar la rebeldía justificada>>.
El accionar de la UIR --aseveraba Tro-- se encaminaba a lograr la
sanción de los responsables de desafueros y asesinatos tanto del
Gobierno de Machado como de Batista a partir de 1933, a fin de
adecentar a la sociedad. El programa de la organización se dirigía al
afianzamiento de las libertades públicas, la honestidad
administrativa, una verdadera justicia social, una economía
socializada y una cultura integral que llegara a los más humildes.

El enemigo público no. 1
De Pro Ley y Justicia, surgida en tiempos de Machado, nace el Ejército
Caribe, que apoyará a Grau, en su primer Gobierno (1933-1934) con las
armas en la mano. La caída de Grau, el 15 de enero, defenestrado por
Batista, empuja otra vez a la clandestinidad a esos luchadores. Se
dispersan en diversos grupos, entre estos la Legión Revolucionaria de
Cuba, que quiere seguir el camino de la insurrección armada. En ella
militan Mario Salabarría y su hermano Julio, Roberto Meoqui, Manolo
Castro y Armando Leyva, entre otros. El coronel José Eleuterio
Pedraza, jefe de la Policía en La Habana, los persiguió con saña
durante la huelga de marzo de 1935, y es entonces --asevera Raúl Aguiar
en el libro citado-- que el grupo se convierte en una organización
insurreccional que accionaría bajo el lema Por la liberación
económica, política y social de Cuba.
Es Salabarría quien mantiene la línea insurreccional con más fuerza y
ahínco. Sus luchas comenzaron en 1930 y sobresalió como hombre de
acción entre 1933, cuando Batista asumió la jefatura del Ejército,
hasta 1944, cuando abandona la presidencia de la República. Fue en esa
etapa que Salabarría ganó el calificativo de Enemigo Público No. 1,
que le dieron machadistas y batistianos. Decía contar con un programa
que lo llevaría a liquidar todo lo malo que debía eliminarse en la
sociedad, <<lo que precipitaría el advenimiento de una etapa de grandes
realizaciones para el pleno disfrute de la Justicia, el Progreso y la
Libertad para todos los hombres por igual>>.
Al acceder Grau al poder, en 1944, Salabarría asumió, con grados de
comandante, la jefatura del Servicio de Investigaciones e
Informaciones Extraordinarias de la Policía Nacional, con sede en la
calle Sarabia. Un cargo que acrecentaría la fama de su rectitud y
honestidad, sobre todo cuando acusó públicamente a Alberto Inocente
Álvarez, ministro de Comercio del presidente Grau, de estar en el
centro del turbio negocio del trueque de azúcar cubano por sebo
argentino que propició a funcionarios cubanos una ganancia millonaria
que pasó por debajo de la mesa. La acusación provocó una respuesta
airada del mandatario. Dijo: <<Primero me voy yo antes que Inocente>>.
Pero tendría que removerlo luego de una moción de desconfianza de la
Cámara de Representantes contra el funcionario. Un movimiento
horizontal: lo cesó en Comercio y lo nombró Canciller, lo que, por
pura carambola, propició que Alberto Inocente presidiera el Consejo de
Seguridad de la ONU. Fue Salabarría quien esclareció el caso del
asesinato del hijo de Martínez Sáenz, senador y ministro sin cartera.
Un muchacho de apenas 15 años de edad baleado en la Quinta Avenida, el
6 de septiembre de 1946, y cuya muerte conmocionó a la sociedad
cubana. Salabarría detuvo y logró la confesión del autor intelectual
del crimen, el millonario Enrique Sánchez del Monte, propietario del
central azucarero Santa Lucía. Fue una detención ilegal, seguida de
secuestro en una finca de Santa María del Rosario, en la que la
confesión se consiguió a <<golpes de convencimiento>>.
Salabarría no era tan probo como él quería hacer creer. Parecía que
luchaba contra la bolsa negra y llegó a saberse que estaba inmerso en
operaciones perfectamente organizadas que comenzaban con la
incautación ilegal de la mercancía en los almacenes de la Aduana y
terminaba con la transacción amistosa entre las partes en conflicto.
Saldría a relucir el secuestro del presidente de los almacenistas de
víveres en vísperas de un viaje a España. Lo acusaron de estar metido
hasta el cuello en la bolsa negra y le pidieron 100 000 pesos a cambio
de ponerlo en libertad y el compromiso de dejarlo hacer y deshacer en
el estraperlo, un juego fraudulento de azar. Si no <<colaboraba>>, lo
desaparecían. Harían creer que abordó el barco que lo llevaría a
Europa y no llegaría a ninguna parte, sembrando entre familiares,
amigos y clientes la idea de que se había arrojado al mar durante la
travesía.

El bonchista
Antonio Morín Dopico, por su parte, provenía del <<bonche>>
universitario. Aunque fue absuelto se le suponía implicado en la
muerte del profesor Ramiro Valdés Daussá, en 1940. El senador Félix
Lancís, a la sazón primer ministro en el gabinete grausista, propuso a
Morín para jefe de la Policía en el municipio de Marianao, y Grau
estuvo de acuerdo en darle esa oportunidad para que se <<regenerara>>.
Existió siempre la sospecha de que el bonchista continuaba siéndolo.
Cuando en 1945 José Noguerol Conde, uno de los sentenciados por la
muerte de Valdés Daussá, consiguió fugarse de la sala de penados del
hospital Calixto García, se manejó que Morín no era ajeno a la evasión
y que había sido parte esencial en su preparación.
El 24 de mayo del mismo año, fuerzas del Ejército allanaron una casa
de juego en San Celestino, entre Samá y Real, en Marianao, y
detuvieron en esta a 18 personas, casi todas con antecedentes penales.
Ocuparon dos ruletas, cuatro mesas de póquer y de bacará, 36
taburetes, 70 juegos de barajas, 4 786 fichas, dos termos de café y 40
tazas servidas.
Desde un mes antes se jugaba día y noche en esa casa con la
autorización del comandante Antonio Morín Dopico, quien al enterarse
del allanamiento del garito y de la detención de los jugadores, quiso
liberarlos a punta de ametralladora.
La alianza entre Morín y Tro era, sobre todo, estratégica: ambos eran
enemigos de Salabarría.
Ya Blas Roca, secretario general del Partido Socialista Popular y
representante a la Cámara, había advertido que aquellos nombramientos
en cargos policiales de jefes y miembros de las pandillas traerían
consecuencias fatales para la seguridad ciudadana y el
desenvolvimiento político de la nación. (Continuará)



-- 
Ciro Bianchi Ross
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